Cuarto Período de la Evolución Espiritual de la Humanidad
- Conciencia Cosmica
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Así pues, ante la obstinación y altivez de la humanidad, los Maestros de Luz debieron encarnar a lo largo de diversas
culturas y civilizaciones, para continuar con su misión de
guía y orientación a una humanidad que empezaba a
despertar por sí misma y sin miedo al yugo de aquellos que
preferían el silencio cómodo de la ignorancia espiritual, con
el fin de acrecentar sus arcas y multiplicar sus haberes
materiales, manteniendo sumidos en la oscuridad a aquellos
que convenientemente les creían y aceptaban como verdad.
Hasta que llegó el Mesías prometido, el primogénito, el Hijo
bien amado del Padre Creador, que nos mostró a toda una
humanidad, sin distingo de raza, color, territorio, credo, el
camino de vuelta hacía el Padre Amoroso y Bondadoso que
aguarda por nosotros. Aquel Divino Rabí que nos enseñó que
la realidad es nuestro espíritu por encima de nuestro cuerpo
material; que estamos aquí en ésta tierra para sanar y crecer
a través de aprendizajes y ser dignos de volver al Padre
después de abandonarlo en aquella rebelión liderada por
Lucifer, y que nosotros al creerle lo que nos decía o al dudar
sobre lo que nos quería convencer, preferimos seguirlo a él
que mantenernos en el Amor del Padre Celestial.
Aquel Cordero que entregó su vida por Amor a nosotros y que
redimió con su sangre nuestro error; que nos mostró que
siendo simples mortales podemos elevarnos por encima de
nuestra carne, de nuestra materia y blandir nuestros
espíritus como saetas ágiles y livianas hacía nuestro Padre
que espera de nosotros lo mejor.
¿Y cómo lograrlo? También nos lo recordó, siendo gratos a los
Ojos del Padre, sacando de Él una sonrisa amorosa,
teniendo siempre por derrotero no hacer a otro lo que no
quieras que te hagan a ti, en conclusión, usar la llave que
abre todas las puertas y que es la respuesta a todos los
interrogantes: Dar Amor, siempre y sin excusas, ni
justificaciones, pues no sabemos si aquel que nos ofendió o
nos faltó de alguna manera, obedezca a una ley de
correspondencia o sea nuestro instructor designado en ésta
cruzada para lograr lo mejor de nosotros mismos.
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