¿Para qué y por qué estamos aquí?
- Conciencia Cosmica

- 5 may 2020
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Actualizado: 8 abr
El Libre albedrío, la Voluntad Divina y el destino. Finalidad de nuestra vida
Y Dios generó de sí mismo vida, de su propia esencia brotó la vida, y dicho ordenamiento subsistió hasta que pasado un tiempo se cometió un error, algunos seres creyeron que eran iguales al Altísimo que no le debían por tanto obediencia, ni amor, que podían hacer lo mismo que Él, entonces convencieron a unos e hicieron dudar a otros, dando lugar a la expulsión de aquel Paraíso cercano al Creador. Se asignó la misión de tentar, de probar y a los que dudaron les fue concedido, por la Misericordia y el Amor de nuestro Padre, la oportunidad de reconquistar lo perdido siempre y cuando sean dignos de su heredad, con el libre albedrío asignado; ésta es la razón por la cual estamos en este plano, para recorrer el camino de regreso marcado y escrito por el Padre, que consiste en transformar la materia y su entorno, ordenando el caos que existe en el Ser y que fue generado por aquel error.

¿Es el libre albedrío contrario a la Voluntad Divina?
El libre albedrío fue otorgado por nuestro Padre al género humano y negado a los Ángeles para que fuéramos probados en el amor y obediencia a nuestro Creador como consecuencia del error.
Por tanto, tomamos diversas decisiones en nuestra vida, las cuales pueden generar que cumplamos más rápido o más lento la Voluntad del Altísimo, escogiendo el camino fácil o el difícil, pues todo está escrito por el Padre y nada se escapa a su designio.
Se nos ha dicho en infinidad de circunstancias, que el destino lo hacemos nosotros, pero trazado en las estrellas está la guía de la senda correcta de nuestra propia existencia, de ahí se debe discernir el cuándo, el por qué, el cómo, el para qué, analizando a través de los astros nuestra propia vida.
Transformamos nuestro destino desde lo que creemos tal vez invisible a los Ojos del Creador, porque nuestros puntos de inicio y final ya han sido trazados y plasmados, nuestro libre albedrío sirve para elegir la senda y el cómo llegar al punto final de nuestro destino dispuesto por el Creador, de ahí que el esfuerzo está en aprender a discernir, relajar, meditar y vivir bajo el parámetro de conducta moral existente en cada uno de nosotros.
Bien se ha dicho que no cae hoja de un árbol sin la Voluntad del Creador, pero tal vez decimos: si empujo y caen, será mi voluntad y no Divina, pero solo caen las que por Voluntad mande caer Él; pero si arranco será mi voluntad, y halamos, pero escogemos siempre del Pensamiento Divino.
¿Disponemos de libre albedrío o somos presos del destino?
He aquí otra verdad, cuando los Espíritus nos rebelamos, lo hicimos por creer que podíamos igualarnos al Creador y disponer a voluntad de nuestra Esencia, no queríamos estar sometidos a directrices del Padre, sino darnos nuestra propia vida, decidir por nosotros mismos; entonces el Altísimo en su inmenso Amor y Misericordia nos concedió el libre albedrío, esa capacidad de decidir por nosotros mismos, para lo cual nos otorgó materia en un universo y en un cuerpo donde podíamos como espíritus encarnados, decidir lo que queríamos creer, hacer o no hacer.
Ahora bien, desde el momento en que nuestros Espíritus reaccionaron de la manera ya descrita, ya por creer lo que nos decía Lucifer o ya por dudar si era cierto o no, desde ese momento nuestros Espíritus habían absorbido más de la energía antagónica de Dios, pues si Dios es Todo, no se puede entender que se escape algo de su Esencia. En Él confluye y de Él fluye todo, sea eso que comúnmente llamamos bien y mal, porque es impensable algo fuera de Dios, pues Dios lo contiene todo y nada se le escapa.
Así pues, eso que en las Tablas Sagradas se conoce como la manzana de la tentación, no es otra cosa que el libre albedrío, esa fruta prohíbida a los espíritus angelicales, pero otorgada a los espíritus que se rebelaron y que ahora deben probar quién estaba en lo cierto: Dios o Lucifer.

El que nuestro destino esté descrito en los astros, no contradice el libre albedrío, el Ser decidirá si escoge el camino que le ha sido trazado por el Altísimo o se distrae en el cumplimiento del mismo.
Una cosa es poder decidir lo que hago con la vida material, que se me concede por un tiempo, y otra acatar la Voluntad Divina, que por estar escrita y ser el bien supremo y el progreso, es el derrotero de nuestro avance hacia la Luz del Padre Celestial. Un ejemplo claro de la diferencia entre el libre albedrio y el destino, es el libro de Jonás, quien a pesar de hacer uso de su libre albedrío y decidir no profetizar, escondiéndose de Yavé, contraviniendo una orden Divina, finalmente la ballena lo dejó en las puertas de Nínive y profetizó las palabras dadas.
El libre albedrío es como un camino lleno de bifurcaciones y somos nosotros quienes decidimos cuál senda tomar, si la que nos lleva directo y sin atajos, o por el contrario la que da varias vueltas tediosas antes de llegar.
Pero como todo, existen consecuencias, y la consecuencia del libre albedrío es la Ley de compensación, o eso que llamamos Karma – Dharma, pues nada escapa del escrutinio Divino, y se debe responder por toda decisión, elección, acción u omisión.
Y es aquí, en éste punto, donde se revela el ¿por qué estamos en éste mundo?
¿Cuál es la finalidad de nuestra vida?
Al obtener Conciencia de nuestro Ser, nos acercamos al verdadero objetivo de nuestra vida, de nuestra existencia, el revelar nuestra estirpe como hijos del Padre Creador, ser conscientes de nuestra herencia como semejantes al Padre y tener la posibilidad de acceder al Conocimiento, y a su vez ponerlo a disposición de nuestro Ser, para desarrollar la capacidad de crear y transformar los elementos que nos conforman, para que se manifieste el espíritu haciéndolo nuestro maestro y guía en el camino de regreso al Altísimo, pues él conserva todo el Conocimiento Divino y está a la espera que exista la conciencia suficiente para que se manifieste en la materia.
¿Cuales son las reglas dadas para cumplir este fin?
El acatar y cumplir los Mandamientos de Nuestro Padre son el medio eficaz para obtener el fin de nuestras vidas, y esos Mandamientos se simplifican en uno: el Amar a Dios sobre todas las cosas; amor que debe palparse, anteponiéndose a todo lo demás, y a su vez debe reflejarse en todas sus criaturas, por cuanto el amar a nuestros semejantes, aplicando la máxima de no hacer a otro lo que no quieras que te hagan, estamos reconociendo su Creación, haciéndonos gratos a Sus Ojos.







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