Tres aspectos determinan nuestra existencia: El cuerpo, materia que nos aferra a la existencia, mente, la cual se debate entre lo lógico y lo ilógico, entre lo irrazonable y aquello que es sensible y sensitivo, y nuestro espíritu, que se afianza con fuerza al Creador, siendo aquella parte, aquella esencia, aquello que hace vibrar la materia, conmueve y enaltece nuestro espíritu.
"La energía primaria del cosmos que hace vibrar la materia, conmueve y enaltece nuestro espíritu es aquello que llamamos amor."
Cuando hablamos y dejamos que nuestro espíritu domine nuestra esencia, y que el amor invada todo nuestro ser, estaremos tocando la fibra más sensible de aquellos que están cercanos y escuchando nuestra voz.
El Divino Rabí Jesucristo, reunía millares de seres a su alrededor y les hablaba en parábolas. Sus historias eran sencillas para que las personas que le escuchaban pudieran analizarlas fácilmente. Ellos se relacionaban con estas historias y las enlazaban a su cotidianidad. Miremos por ejemplo la parábola del hijo pródigo: El amor tocó el corazón de aquellos dos y nuevamente los unió tal cual hermanos. No hay que buscar explicaciones complicadas, busquemos los conceptos sencillos que nos son comprensibles y que a la vez emanan de nuestro corazón.